ÉL.

El era libre, tranquilo y sereno; tan suave como la propia seda. El me besaba el cuello, las manos, los pies, sabía exactamente lo que tenía que hacer. El me amaba con locura y pasión, era la mejor parte de nosotros dos.
El me miraba como siempre soñé, el sonreía y estremecía cada parte de mi cuerpo, el pensaba e imaginaba cosas únicas. El tenía la mente tan distorsionada como la mía.
El conoce cada secreto mío que nunca dirá. El tiene el perfume más rico, como las flores de cerca de casa, esas cuando paso las huelo y lo recuerdo.
Tiene las palabras más lindas. Las ocurrencias más locas. 
El admiraba mis ideas y las elogiaba y solo el conseguía sentirme orgullosa. 
El era la mejor parte de los dos.