Odio tus besos, como la rosa al colibrí cuando roba su dulzura, pero,
más aún, odio no poder arrancarlos de mi alma, aún siento que te
extraño. Odio aquella lágrima que me has hecho derramar, más no la
ternura con la que me has devuelto la sonrisa.
¿Y por qué no odiar tu ternura? Si con ella me sedujiste como
un depredador a su más débil presa, apoderándote de mi alma, ensuciando
el más inocente de mis pensamientos y peor aún robándote mi corazón.
Sin antes pensarlo te ofrecí mis abrazos, sin yo recibir la
mínima caricia de tus dedos. Perdida en tu mirada te obsequié mi más
sincera frase de amor, posesionándote de mí como una sutil fragancia.
Hoy mi pensamiento te odia, porque mi corazón llora ya que aún te ama.